miércoles, 27 de mayo de 2020

Del confinamiento. (Romance del prisionero)*

Confinado. Acrílico. 50 x 50. Mayo 2020.


- ¡Venga!, deja un rato de mirar pajaritos y ponte a contestar a Z.
- ¡Qué pereza! Además, es que estoy hasta el gorro de este tema.
- Ya, pero si participas en una conversación pues, se responde si te preguntan. Y ella lo ha hecho directamente contigo, vamos con nosotros. Si se hubiera dirigido al grupo... aún podías escaquearte. Pero...
-Bueno, también el silencio es una respuesta ¿no?
- El silencio en una conversación en carne y hueso sí, dice muchas cosas, están los gestos, las miradas, las sonrisas... Pero aquí, en las ondas, todo es distinto y para peor.
- Sí, es verdad, pero es que anda con un enfado de la leche. Y tan serios casi todos en sus intervenciones.
- Ya, ya, pero es que dices algunas cosas tú también, que… ¡Venga anda! Además, que ya no..., o no tanto, que ha contestado al amigo X de muy buen tono, nada que ver con antes. Bueno, lo que he leído, porque no he leído todo. Son tan extensos y pesados en sus chats...
- Ya te digo, aburren a un muerto, pero como tienen tanto tiempo con esto del encierro pues...
- Y encima eso, que también le cae a X lo tuyo, y con lo que ya le cae al hombre, sólo le faltaba esto.
- Bueno, vale. ¿Y qué era lo que me preguntaba? ¿Qué tengo que responder? Se me ha olvidado.
- Pues mira lo primero que tienes que hacer es pedirla perdón.
- Ya, ¿y por qué?
-Pues porque estabas diciendo que ella no disfrutaba en el estado éste de confinamiento y no es así.
-Ah, ya. Como le había leído eso de “los pajaritos” y lo de “chocarse por las paredes” pues me había parecido que…
- Pues no, bien claro te lo ha dicho, que claro que disfruta también, no con pajaritos, pero hay más cosas.
-Claro, claro, hay más cosas.
- Además, que no es tan importante esto de disfrutar, o no, en esto del confinamiento. Y eso, que el que no se mencione algo no significa que no lo haya.
- Las lentejas que decía, ¿no?
- Sí, las lentejas.
- Pues eso mismo nos pasa a los otros, que no porque no mencionemos algo significa que no lo haya o que estemos de acuerdo, por ejemplo con el estado policial y esas cosas, que no las hemos mencionado pero bien que las sufrimos.
- ¡Que si las sufrimos!, ya te digo.
- Tampoco se puede decir todo, es que nos va a faltar tiempo en este confinamiento, o no nos va a dar para nada más, y ya sabes, yo con mirar y oír desde los ventanales a los pajari...
- ¡Y dale! ¡Qué pesado!
- Bueno, ¿y qué más había que responder?
-Pues…
- Ah, sí, lo del bando, los bandos.
-Eso, a ver, ¿por qué estamos en el bando que apoya el encierro? A ver, explícaselo a ella ya que a mí todavía no me lo has aclarado. Y mira que te lo he preguntado veces, eh.
- Pero es que es la primera noticia que tengo de que estamos o estoy, en ese bando. Juraría que… que no, pero sí entendía ciertas razones en su favor que exponía X y quizás fuera por esto..., aunque también entendía algunas en contra de Z y otros… De hecho, recuerda que en esa otra conversación, justo nos ponían en el bando contrario, en el de en contra del encierro.
- Sí, es verdad, prácticamente te echaron del grupo.
- Yo en la anterior entrada precisamente intentaba exponer lo dividido que ando, o andamos, que entendíamos unas y otras razones, y otras que no, y que no sabemos por qué hay que estar en uno u otro bando.
- Ya, pues se ve que no. Que no valen divisiones ni dudas, o con unos o con otros. Ya está. Y mira que tú y yo, mismamente, estamos divididos a cada paso siendo solamente uno.
- ¿Y quién ordena esto? ¿Por qué hay que definirse? ¿No puede ser un más o menos, un según, un…? Es que a veces Z y algún otro, me parecen un cirujano con un bisturí que sabe perfectamente delimitar el tumor de lo que es verdad de lo que es falso, tanto en el sistema como en cada uno, que quítame ahí esas penas. ¡Qué precisión! Me da un poco de miedo. Así, sin compasión te lanza una frase para que te retractes, como dogma de fe, del estilo: “La realidad no es todo lo que hay”, ¡hala!, si te da en la cabeza te descalabra. Y otros por aquí que ni leo ya, ni te quiero contar.
- Pues, no sé. Es verdad lo que dice: Hay más que la realidad; o vamos, que la realidad en su pretensión de ser o abarcar todo pues es mentira. De hecho, lo que da razón de ella no puede ser ella misma sino algo de fuera de ella, pero al decirlo así, como disparando a todo pajarito que se mueva... No sé. ¡Bah!, pero no será para tanto. Venga, sigue con las otras preguntas que te hacía, que ya veo que te quieres ir a la ventana a ver si aparece el buitre ese que ayer se paseaba por encima del pueblo tan tranquilo, cosa que no se había visto aquí nunca; bueno, quizás los muy viejos del lugar saben, pero como no se puede apenas ni hablar con ellos.
- Sí, ¿y qué más era?
- Lo del capital.
- ¡Jo! Ahí, sí que se enfadó. 
- A ver, ¿qué tiene que ver lo que ella decía, y algún otro, con lo que dice el Capital? O lo que dice el Capital con lo que dice ella. Es que se pasa toda una vida despotricando contra él la amiga Z, para que vayas tú y así a la buena de Dios le sueltes eso. Cómo eres, no respetas nada. Normal que se mosquee.
- Pues ya no me acuerdo de por qué lo decía, vaya…
- Joder, no me digas. Te va a excomulgar.
- Creo que ya lo ha hecho.
- Pues otra vez, o todavía más.
- Pero es que me da mucha pereza volver a leer sus largas entradas.
- Sí, pues te pedía que lo demostrases con citas y todo, del Capital mismo o de al menos algunos de los prebostes capitalistas.
- Ah, eso sí que no. Por ahí no paso. Buscar citas, ¡que va!, sé aburrirme sin más. Eso, que lo hagan los que disfruten con ello. Pero, mira sí, en esa última respuesta de ella, me he acordado de que escribe largamente sobre las comparaciones entre número de contagiados, número de muertes, causas de esa muertes, muertos de esos cuerpos, almas de esas muertes y no sé qué más. Que el caso es que no son tantas muertes para el conjunto de millones de almas de españoles o del mundo, y que por tanto las medidas a adoptar no son las necesarias y que deberían de haberse probado otras…,…, y así… y más.
- Ya, sí. Tiene razón, son pocas muertes para tanta medida de confinamiento. ¿Y qué tiene que ver eso con lo que dice el Capital?
- Pues eso, que es lo que dice a través de sus prebostes que no hay que detener nada, que son sólo unos miles de muertos entre millones. ¡Que no se pare la fiesta! Venga, a seguir produciendo más coches y coches, ¡vamos! – esto de los coches no lo dice Z, claro-. Que ya se irá pasando el virus o lo que sea. Lo malo es que mientras, en algunas urgencias, los médicos tenían que elegir a quién entubaban y a quién enviaban al otro barrio. Daños colaterales los llaman. Total, de algo hay que morir.
- Pues ahora que dices lo de los coches, me viene a la cabeza que ese mismo argumento lo utiliza el Capital y los susodichos prebostes -y el Estado claro-, con lo de los malditos coches: que dados los millones de aparatos y de movimientos circulando por todas partes, pues que unos cuantos miles de muertos y escacharraos no son motivo para dejar de producirlos, de promoverlos, de imponerlos…
- Daños colaterales. Sí, estos días creo que lo decía “a cara de perro” la presidenta de una comunidad autónoma, ¡qué desgracia! Con lo bien que se está sin coches y sin sus ruidos en estos días, ¡qué placer!
- Pero bueno, lo mismo cogiéndoles la norma para una cosa se la podíamos recordar para otra:
“ Declaración de estado de alarma para los coches”, ¡Confinamiento Vehicular! No se pueden soportar tantas muertes. ¡Todos los automóviles al desguace!
- Venga, no delires.
- Vale, vale, pero creo que eran estas las preguntas directas, ¿no? ¿Me puedo ir ya a lo mío?
- Creo que sí, hay más cosas pero ya no son directas para nosotros, o para ti, que la verdad yo ya no sé por donde me ando.
- ¡Ah! Pues ésas se las dejo a otros, a X que suele tener buen tino hasta cuando se equivoca.
- ¿Y no quieres decirle nada a Z sobre eso que te hizo mirar al cielo, pero no para ver los pajaritos, sino por encontrarlo desolador más bien?
- ¿Qué era?
- ¡Lo de los nazis!
- ¡Hostias! No, los nazis, no. Lo había olvidado. Esto te lo dejo a ti, por los nazis y Hitler no paso, bastante tengo ya que aguantar estos días con las banderitas nacionales. ¡Aghhh!
- Jajaja, no me extraña. Bueno, recuerdo aquello que leímos de un tipo que se sacó la teoría de que si en una conversación se llega al punto de que uno de los contertulios saca el tema de Hitler, los nazis, o la buena de Z, Auschwitz, pues que era el final, como apaga y vámonos.
- Pues eso, apago y me voy. ¡Mira, mira!, a esta hora no sé por qué se inunda el valle de golondrinas. “Que por mayo, era por mayo…” *
- Vale, vale, vamos a mirar al cielo un rato. No le dices nada más a Z, entonces. No sé, para qué se le quite un poco el enfado ese que llevaba, aunque ya no lo lleve.
- Pues claro que le diría algo- Y más que decirle…, si se pudiera… Z, la amiga Z, ¡ay! Así, mirando al cielo y recordándola… Sí, claro que algo… aún la veo en plena puerta del Sol abarrotada, saliendo a desmontar la declaración a favor de la educación y de la escuela pública que querían votar los confundidos indignados! ¡Qué poca imaginación, no pensar y desear que se pueda vivir sin ellas!
- Bueno, bueno…
- Pues eso, que otro gallo cantaría si nos hubiera pillado juntitos aquí, encerrados en este maldito confinamiento, escuchando los pajaritos y sintiendo cómo acaricia su piel este airecito de verano, que le dan ganas a uno de…
- ¡Para, para!, que la vas a armar y se va a enfadar más aún. ¡A dónde vas!
- ... tan fina e inteligente ella. Y con esos ojos que parecen preguntar al cielo y a las nubes por… Vamos, que bien que… seguro que miraba menos yo los pajaritos y más a sus...
- No te pases, que siempre estás con lo mismo. En cuanto te sueltas…
- ... y que nada de guantes, ni mascarillas, ni... ¡a pelo!... Ella, yo, tú,… ¡la sangre por nuestras venas!… y...
- ¡Basta ya! ¡Se acabó! Vete de una vez a tus pajaritos y deja en paz a Z. ¡Y a mi! Que después, en cuanto puedes, bien que no haces más que despotricar contra el Estado, el Capital, el encierro y hasta contra “la represión del principio de placer por este principio de realidad que nos aplasta”**, que tan claramente descubrió el tío Freud y el personal como si nada. Así nos va.
-Vale, vale. Adiós Z y perdona. Y besos, y salud, y perdón a los ofendidos y no ofendidos.



(Ultima intervención que hice sobre el tema del confinamiento a modo de dialogo en un grupo de tertulias de internet de gente descreída, libertaria o menos formada, al que estaba inscrito y que dejé de estarlo).

Canción: Romance del prisionero. Versiones de Joaquín Díaz, Amancio Prada y Paco Ibáñez.

**Eros y civilización. Herbert Marcuse.